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jueves, 22 de octubre de 2015

LOS MISTERIOS DE TUI (1)



El variopinto grupo de viajeros formado por Isidro el Alto, noble castellano estudioso de la ciencia de la Alquimia, su esclava Salma Al-Alim, el cazador Roque Silvestre, practicante de brujería, su asesor académico Artús el Mirlo, goliardo que es en secreto la maldita Trega do Bernal, y el marino judío Melchor Ben Yehudá, bajo cuyo mando transportan el carromato de barricas de vino de Melón los marineros Adrao y Bernal, llega a Vigo a mediados de noviembre del año del señor de mil trescientos sesenta y cuatro, bajo un tiempo inclemente.



Allí, mientras Melchor organiza la estiba del cargamento en el Asubío, el barco del capitán Manecho, don Isidro negocia con el patrón su pasaje en la embarcación hasta La Guardia (A Guarda, para los locales), desde donde piensa dirigirse a Tui. Mientras tanto, Roque recorre la villa en busca del trovador local que responde al nombre de Martiño. Sus pesquisas lo llevan a saber que el joven, al que ya algunos conocen como Martín Códax, ha ganado fama reciente por sus composiciones centradas en Vigo, aunque hay quien las encuentra sumamente licenciosas, habiendo causado gran malestar en círculos eclesiásticos aquella balada que describía el impúdico baile de una mujer en la iglesia. Necesitado de un cambio de aires, el trovador partió recientemente en el séquito de doña Loísa de Arcade, hija del conde don Mauricio de Soutomaior, su mecenas. De la joven se cuenta que es ligera de cascos, que la unen al trovador lazos más fuertes que los artísticos, e incluso que es la protagonista de las composiciones del maestro Martiño. ¿Su destino? Cuentan que doña Loísa deseaba visitar la biblioteca de la diócesis de Tui.



Así, de nuevo con el mismo destino, los viajeros se embarcan con el capitán Manecho y costean las Rías Bajas a bordo del Asubío. Llegando a la desembocadura del río Miño, el capitán decide remontar el río hasta la misma villa diocesana de Tui en lugar de anclar su nave en La Guardia, con el objetivo de tener el barco a resguardo del temporal que parece aproximarse por el Atlántico, al tiempo que agiliza la carga y descarga de la mercancía con la que piensa comerciar allí. Después de una brevísima parada en La Guardia, el Asubío recala en su destino el día trece de diciembre de mil trescientos sesenta y cuatro.
No tarda mucho Roque en saber que Martín Códax estaba buscando a don Xoan de Tui, obispo de la localidad, por lo que se dirige a la catedral almenada, casi una fortaleza, de Santa María de Tui, uniendo de nuevo su camino al de don Isidro y su esclava. Llegan, por ello, calados bajo la lluvia, a la catedral todos los integrantes del grupo de viajeros, a excepción del judío Melchor. Y allí son recibidos por el alegre obispo don Xoan y su asistente, el reseco, huesudo y espigado padre Fuco. Y toma la palabra el noble don Isidro, que convence al prelado de sus intenciones eruditas (tanto él como el goliardo Artús desean consultar algunos volúmenes que han oído se hallan en la biblioteca diocesana, llevando con ellos a Salma como traductora para los textos que puedan encontrar en lengua arábiga) pese a las dudas del escrutador padre Fuco, que rezonga por lo bajo acerca de la inconveniencia de dejar entrar a una mujer en un recinto sagrado y de conocimiento. Pese a la buena disposición de don Xoan, que se ofrece incluso a dar hospitalidad a don Isidro y su séquito mientras permanezcan en la villa, el acceso a la biblioteca depende del hermano Calixto, bibliotecario de Tui.



Reunidos con el capitán Manecho para recoger sus equipajes, éste les confirma, mirando con preocupación las nubes de tormenta en el horizonte occidental, que permanecerá al menos una semana en Tui; quizá hasta las Navidades, si la situación no mejora. De todos modos, don Isidro prefiere hospedarse en las dependencias que les cede el obispo en la catedral. Y Melchor obtiene el permiso para ir con el noble, amigo de su padre, para darle escolta mientras el barco permanezca en puerto. Hasta Salma está encantada, pues don Isidro parece haberse tornado extrañamente amable, compadeciéndose de la añoranza de la esclava por su familia (hasta tal punto que, en más de una ocasión, da la impresión de que esté a punto de otorgarle la libertad).
El día catorce, con la lluvia arreciando, el grupo consigue su primera reunión con el hermano bibliotecario. El hermano Calixto resulta ser un anciano pequeño, de dedos finos y ojillos permanentemente entornados, que mira a los aspirantes a entrar en su biblioteca con la suficiencia que le otorga el poder sobre el acceso. Pese a las miradas despectivas que lanza contra Salma y Melchor, no parece tener mucho problema en dejar la biblioteca abierta a los estudios de don Isidro y Artús. Bueno, y de los demás, mientras don Isidro esté con ellos y se haga responsable de sus actos. Sólo hay un problema: hay monjes copistas trabajando en la biblioteca, y no quiere que sean perturbados en sus labores. Por eso no desea que haya demasiados visitantes al mismo tiempo en las dependencias de la biblioteca. Así que tendrán que esperar a que terminen sus estudios los visitantes anteriores, que además requieren de intimidad para sus consultas. Y bien puede dársela, pues la interesada es doña Loísa de Arcade, hija de uno de los benefactores de la catedral tudense, a la que el hermano Calixto siempre se refiere como señora condesa. Aunque nunca está sola en la biblioteca pues, aparte de los monjes, siempre la acompaña su ayudante, un joven rubio al que llama Martiño. Por supuesto, si la señora condesa está dispuesta a ceder su turno, ya que don Isidro parece que tiene prisa…



No tarda don Xoan en arreglar un encuentro con doña Loísa, «aprovechando que deja la biblioteca a estas horas», con lo que los viajeros se encuentran frente a una joven delgada de aspecto altivo y ojos crueles e inteligentes, poco dispuesta a escuchar sus ofertas. Pese a ello, el obispo insiste en que ceda su turno, hablando de la urgencia de don Isidro, venido de lejos. Parece notoriamente interesado en alejar de la biblioteca, con cualquier excusa, a la joven noble, pese a que ella insiste con gélida contumacia en no abandonar sus estudios hasta obtener su tesoro de conocimiento. El padre Fuco defiende el derecho de doña Loísa, ya que a ella se le garantizó el acceso con anterioridad. Martiño, acompañando a la hija del conde de Soutomaior, se muestra bastante más amigable y abierto que su patrona. Saluda al grupo de recién llegados con una amplia sonrisa, y se muestra conversador y dispuesto, en cuanto descubre que saben de su fama como trovador y juglar, a cantarles o recitarles su última composición; pero doña Loísa corta sus aspiraciones, demostrando quién manda en el grupo e impidiendo las intenciones de Roque de hablar en privado con el trovador.
Llegada la noche, Roque, Artús y Melchor buscan una taberna para sacudirse el frío del cuerpo. Y don Isidro les encarga que lleven a Salma con ellos, a ver si algún parroquiano necesita que le cubra algún documento urgente, prometiendo que la mora podrá quedarse los dineros que gane, cosa que extraña tanto a sus compañeros que empiezan a sospechar que el monje está encantado por su propia esclava. Aun así, hacen como el noble les indica, y encuentran realmente a un par de tudenses necesitados de dejar constancia escrita de sus asuntos, aunque el tabernero los conmina a regresar a horas más cristianas, pues poniéndose el sol sólo queda un momento para beber un par de azumbres de vino y volver piadosamente a sus aposentos. Pero es en esos momentos cuando Martiño llega embozado para hablar con los extranjeros a espaldas de su señora, circunstancia que aprovecha Roque para llevarlo al exterior, donde estarán a salvo de oídos indiscretos.



Al fin puede Roque Silvestre hablar con el trovador, pidiéndole a Martiño su ayuda, pues necesita llevarlo a Villar del Manzanares para enfrentar un peligro… Martín Códax no le deja acabar de hablar: está dispuesto a ayudar al hombretón, pero ahora están en Tui y deben centrarse en los problemas inmediatos. Ha visto algo en el grupo de viajeros foráneos que le hace pensar que es la divina providencia quien los envía, pues ya no sabe qué hacer para abortar los planes de doña Loísa de Arcade, a la que define como una mujer malvada que acudió a Tui a reunirse con un peligroso emisario del Maligno, uno que él sospecha sea el amante de la joven heredera de Soutomaior, el mismo al que alude en sus composiciones acerca de Vigo. Y es que sus cantigas de amigo no son sino avisos para que Los Caminantes acudan a combatir el mal… El joven rubio no puede continuar sus explicaciones, pues un par de sicarios armados caen sobre él y sobre Roque, que se defiende como puede mientras el trovador huye bajo la lluvia. Melchor y Artús acuden en ayuda de su compañero, poniendo en fuga a los asaltantes mientras Salma observa desde los soportales que dan acceso a la taberna, sopesando la posibilidad de unirse a los fugitivos para escapar de su esclavitud. Pero el momento pasa, sus acompañantes ya regresan a su lado y el momento de duda la deja, para su desgracia, en la misma situación en la que se encontraba.


Mientras el resto de los viajeros se ocupan en la taberna, Isidro vigila los pasos del obispo don Xoan, al que ve entrar a escondidas en la biblioteca, hacerse con un volumen encuadernado en cuero marrón y salir a hurtadillas a la noche lluviosa. Y el alquimista, intrigado, se cubre con su capucha y lo sigue discretamente…

sábado, 3 de octubre de 2015

RETRASOS Y COSAS POR VENIR

Ha pasado tiempo dese la última entrada. Y tengo previsto, como es obvio, poner más cosas. Hay un par de reseñas literarias en cartera, quizás alguna de rol. La continuación de las entradas de Aquelarre, aunque ha sufrido un cambio la campaña dinámica, pero... Bueno, que ha cambiado, pero no se ha detenido. Ya iréis viendo qué pasa a nivel de juego y a nivel de personajes, con sus desventuras por los alrededores de Tui.



Pero he tenido algunas dificultades y retrasos, a nivel laboral y personal, que me mantienen alejado del teclado para montar las entradas (En Google + me veréis, porque os escribo desde el móvil ;-) ), aunque no me olvido del blog.
Y parte de esos retrasos tienen que ver con proyectos que aún tardarán en materializarse, pero que confío en que veáis dentro de unos meses. Y otros derivados de cosas que no pensaba hacer, como pararme a jugar la beta de Dungeons&Cthulhu. Incluso han tenido a bien poner en su blog un pequeño relato ambientado en los sucesos de nuestra partida, que podéis leer AQUÍ.



Espero acabar colaborando algo más con este proyecto, ya sea a través de su futuro mecenazgo, ya al caer (tendré que revisar el estado de mis finanzas... De mis paupérrimas finanzas, quería decir), o a través del concurso de módulos, que espero tenga tiempo de escribir. El destino lo quiere, que ya soñé con uno el mismo día que acababa las vacaciones. Sólo falta ponerlo en bonito.
Pero, ya que estamos hablando de estas cosas, y en espera de componer una entrada digna de tal nombre, sí que os voy a dejar algunas fotos realizadas el día de la última partida de Dungeons& Cthulhu.

Empezando por las cabeceras de las fichas utilizadas, que ya compartí en Google +. Y es que mis jugadores tienen alma de artistas.







Y de artistas circenses, a veces. ¿Que sale Cthulhu? Pues tocan fotos ¡con ChibiCthulhu!




Espero haberos sacado alguna sonrisa a los que leéis esto. La semana que viene, más y mejor...