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martes, 25 de agosto de 2015

EL MONASTERIO DE MELÓN (2)



Reunidos de nuevo los compañeros, comentan las noticias: el cambio de actitud del abad, el fallecimiento del joven monje («Cuentan que cayó por un terraplén», comenta Guillermo Chosco), los actos impíos en el monasterio… Isidro es de la opinión de que deben investigar esos sucesos, y Artús está de su parte. A Roque parece que sólo lo mueve la curiosidad, pero deciden averiguar algo ese mismo día.
Por supuesto, los planes mejor trazados suelen torcerse. No digamos, pues, los esbozos improvisados…



Roque decide probar la eficacia de su recién preparado bebedizo de sueños con Salma, mientras desayunan en la taberna. Pero ésta, más lista de lo que aparenta, cambia su bebida con su amo, y es el noble Isidro quien queda dormido sobre la mesa mientras Xertrude Estévez, la tabernera, ruega a tan nobles señores que rescaten a su hija Branca de la Santa Compaña como hicieron con Roi. De hecho, la misma Uxía acude a agradecerles su ayuda, y a pedir que busquen a su marido…
Con Isidro fuera de juego, Melchor toma el mando y decide que lo primero es averiguar si hay algún rastro de los desaparecidos en las cercanías, que a él la cuestión cristiana poco le importa, y una vez ayude a estos aldeanos emprenderá camino a Vigo. Pero, ante la insistencia de sus compañeros, acuerda dividir el grupo: irá al campo con Roque y Adrao, su compañero marinero, mientras su otro acompañante, Bernal, se ocupa de acomodar a Isidro. Y Artús intentará, con ayuda de Salma, descubrir lo sucedido con Domingo.
Acomodado Isidro en casa del curandero, Artús y Salma interrogan a una anciana que vive cerca del monasterio, a la que la gente de Melón atribuye poderes para ver cosas ocultas y a la que llaman Andreia a Vedoira. La buena señora está encantada de hablar, hasta por los codos, y parece querer saber más de lo que realmente sabe. Pero sacan en claro que, la noche en que Domingo murió, ella lo vio salir corriendo del monasterio y perderse por una vereda que lleva al chamizo de Xenxo do Val, un ermitaño. Y, como parece que las ganas de hablar se contagian, Xenxo está encantado de hablar con dos mujeres («Reconozco a una mujer cuando la veo», insiste ante las negativas de Artús, «y tú eres una mujer») y contar la historia de cómo el joven monje cayó antes su puerta, todavía vivo, y lo recogieron otros monjes que venían tras él encapuchados. Aún vivía cuando se lo llevaron, pero al día siguiente se celebró el funeral.
El resto del grupo, rastreando bosques embarrados, no encuentra rastros útiles para saber qué pudo ser de los desaparecidos. Aunque sí que encuentran la procesión de ánimas conocida como Santa Compaña, de la que se esconden para descubrir, tras caer en la cuenta de que la Compaña no sale de día, que no son más que hombres encapuchados que portan cirios. Los siguen hasta un campamento en el que, a escondidas, ven que una mujer de aspecto demasiado joven dirige al grupo de hombres armados al tiempo que se regocija de «la reunión con Lope esta noche para la ceremonia».



Despierto Isidro, ponen en común la información que tienen hasta el momento. Adrao y Bernal insisten en que el capitán Manecho espera su cargamento, y Melchor decide que él marchará al amanecer, pase lo que pase. De todos modos, molestos los otros por no haber hallado a los desaparecidos, deciden cortar por lo sano: si esta noche va a realizarse algún ritual impío en el monasterio, ellos estarán allí para verlo.
Ni cortos ni perezosos, en cuanto anochece, el grupo se dirige al monasterio. Han visto a lo largo de la tarde la llegada de hombres encapuchados («Don Lope el Oso», dicen los aldeanos con temor, «acompañado por la hija de la Meiga») y la entrada, más o menos en secreto, de las prostitutas de Eladio. Y hay luces encendidas a horas poco pías, y no precisamente en el Sagrario…
Ayudándose en un poyete de piedra aledaño al muro, los cinco saltan al recinto amurallado, evitando así la puerta principal, por la que se pasean dos hombres fornidos con armas bajo sus capas. Y se dirigen al claustro, no sin que Isidro se detenga un momento junto a la leñera, preocupado de repente por su seguridad, para hacerse con un hacha con la que defenderse si llega la ocasión. Y no tardan mucho en llegar, con todo el sigilo posible, al claustro del monasterio, desde el que exploran las diferentes puertas abiertas dejándose guiar por las luces y los gemidos, aparentemente placenteros, que emanan de las diferentes estancias.
Quizás algunas de las evidencias apuntaban a ello, pero no deja de sorprenderlos el obsceno espectáculo: monjes desnudos, o medio desnudos, copulando como animales con hermosas mujeres. Con las prostitutas, sí, pero también con algunas jóvenes morenas de belleza casi sobrenatural que parecen demandar todas las atenciones, dueñas y señoras de lo que ya no es sino un antro impío en el que los monjes fornican contra natura, unos con otros y con los animales de granja, un auténtico remedo de Sodoma y Gomorra.
Es entonces cuando Roque oye unos aullidos asustados, y descubre que no todos los participantes son voluntarios, pues tras una de las puertas hay mujeres encadenadas, probablemente algunas de las desaparecidas del pueblo, siendo azotadas y vejadas de maneras que apenas osaría describir por un grupo de monjes y una criatura desnuda que parece ser tanto hombre como mujer. Y, rabioso por lo que ha visto, ataca al ser hermafrodita, causando su muerte mientras los monjes huyen.



Y así se acaba el secreto, mientras Isidro, Melchor y Artús (que insiste en decir que este terreno ya no es sagrado, pues no siente la presencia de Dios aquí) espían la capilla en la que el abad Antonio y un hombre que debe ser el Oso asisten a una criatura de dos varas y media de altura, con cuerpo de hombre robusto y cabeza de macho cabrío, que sacia sus apetitos bestiales con una mujer tras otra. Y que mira hacia la puerta, como todos los presentes, cuando empiezan a sonar los primeros gritos de alarma. Y los viajeros, que ya han visto bastante, deciden salir del monasterio. «No sin rescatar a esas desdichadas», dice Roque, antes de que un par de las criaturas mitad hombre y mitad mujer se abalancen sobre ellos, armas improvisadas en mano.
El noble Isidro demuestra que hizo bien en coger el hacha, y Melchor se revela diestro en el bracamante hasta que cae bajo el hechizo de una de las mujeres sobrenaturales. Hechizo que no afecta a Artús el Mirlo, que desvela la condición femenina que algunos de sus conocidos ya sospechaban, para librar a su compañero de lo que llama «un demonio sexual». Mientras Salma se dispone a usar su pericia para liberar a las cautivas, el resto están preocupados de que lleguen los refuerzos o se una a la lucha la criatura caprina, pues una cosa es luchar contra hombres y mujeres desnudos y casi desarmados, y otra muy distinta…
Pero ninguno conoce bien a Salma. Cleptómana, sádica y totalmente resentida con los cristianos… No sólo va cogiendo cualquier cachivache que encuentra, por inútil que sea, sino que acuchilla a sangre fría a la primera de las prisioneras antes de prender fuego al monasterio mientras murmura «esto es lo que os merecéis, malditos cristianos. Allahu akbar». Y luego huye a la carrera, gritando que el monasterio arde… «¡Sálvese quien pueda!»
Viendo llegar los refuerzos, la noche iluminada por las llamas que devoran todo lo que en Santa María de Melón es combustible, y los monjes reorganizando sus filas, los cinco que fueron demasiado curiosos se dan a la fuga, encontrándose con grandes dificultades para que Artús, ahora ya desvelado como Trega do Bernal, e Isidro consigan trepar el muro. Aunque el peor parado es Melchor, que cae sobre el poyete al saltar al otro lado, llevándose un fuerte golpe que casi hace que pierda el sentido.
No hay tiempo para detenerse, sin embargo. Se reúnen con Adrao y Bernal, que ya disponían la carreta cargada de barricas de vino, y huyen entre las frías sombras que preceden al amanecer, intentando alejarse del pueblo que despierta alertado por gritos y fuego, y de la responsabilidad en frustrar (o no) los planes del abad y del señor.
Y las primeras luces del alba los encuentran ya rumbo a Vigo…

domingo, 23 de agosto de 2015

EL MONASTERIO DE MELÓN (1)



A continuación tenéis la primera parte de la crónica (en forma corta, atendiendo a las votaciones en G+) de lo sucedido en la campaña dinámica de Aquelarre. Espero que lo disfrutéis...


A finales del frío otoño de 1364, se encuentran en el pueblo de Melón unos variopintos viajeros que deciden proseguir su trayecto juntos, para mejor protegerse por los caminos. Isidro el Alto, un hidalgo castellano, viaja a Tui con su esclava, Salma Al-Salim, en busca de volúmenes de conocimiento secreto. Y decide desviarse hacia la villa de Vigo para acompañar a Melchor Ben Yehudá, hijo de su antiguo maestro, que dirige el grupo encargado de transportar el buen vino del monasterio de Santa María de Melón hasta el puerto en el que recibirá los barriles el capitán Manecho. A ellos se une un goliardo llamado Artús el Mirlo, que ser hijo de un antiguo conocido de Melchor. «Recuerdo a Lois do Bernal» dice el judío, «pero no que tuviera un hijo. Sí me suena que tenía una hija…» Junto a Artús viaja su protector actual, un hombretón con pintas de cazador castellano que responde al nombre de Roque Silvestre, cuyo objetivo es encontrar a un trovador vigués que sabe que se llama Martín o Martiño o algo parecido.
Pese a la llovizna que está cayendo, el grupo debe ponerse en marcha, sobre todo porque el abad Antonio insiste en que partan de una vez, que sus negocios en Melón están rematados, y el vino debe llegar a puerto antes de que la Asubío leve anclas. No debe ser ése el único motivo, piensa Roque, pues la gente del pueblo se muestra inquieta cuando cruzan entre ellos. Algunos exhortan a los viajeros a darse prisa, para que no los pille la noche en mitad del camino. «Algunos hombres ya han desaparecido, señor», responden a las preguntas de Isidro. «Incluso un crío del pueblo».
Atentos a los alrededores del camino mientras los marinos Adrao y Bernal, al servicio de Melchor, se ocupan del carro con el vino, localizan a un crío que da tumbos por el bosque embarrado, rezando entre dientes mientras intenta alejarse de los extraños que siguen el camino. Los viajeros lo rodean y el pequeño, que dice llamarse Roi, confiesa que es el hijo de Uxía a Loira y de Bras de Melón, y que busca a su padre porque «los muertos se lo llevaron». Artús e Isidro son partidarios de volver a Melón para que se hagan cargo del pequeño Roi, pero el resto no están tan seguros… Hasta que oyen gritos y aullidos de lobos.
En efecto, poco más allá descubren a un hombre, armado tan sólo con un cuchillo, que está defendiéndose a la desesperada de media docena escasa de lobos que lo tienen rodeado. Pese a que Melchor cae, resbalando en la lluvia cuando corre hacia la manada, los viajeros ponen en fuga a los lobos sin sufrir apenas heridas. El que sí que está gravemente herido, casi en las últimas, es el desconocido, que dice llamarse Pedro. Viene desde Santiago en busca de su hijo, Domingo, que tiempo ha entró al servicio de Dios. «¿Habéis oído de él en Santa María de Melón?», pregunta antes de perder el sentido.
Ahora sí, con dos heridos a su cuidado, y Melchor también bastante tocado (pese a la pericia curativa de Salma), el grupo decide dar la vuelta y regresar a Melón, que es el pueblo más cercano que conocen al sur de la Sierra del Suído. Con un poco de ligereza, llegarán antes de que caiga la noche…



Efectivamente, aún no se ha cerrado totalmente la noche cuando los viajeros llegan de nuevo a la villa de Melón. Enseguida, entre el alborozo de los vecinos encantados de ver con vida al pequeño Roi, los llevan a la casa de Guillermo Chosco, el curandero del lugar, que acepta hacerse cargo de los heridos. Al poco tiempo, Pedro Monge está en disposición de hablar, y cuenta que su hijo Domingo decidió entrar al servicio de Dios, marchando de su Santiago natal para hacerse monje. Pasaron años en que sólo supo de él por ocasionales cartas, en las que le contaba que estaba feliz de haber entrado al servicio de una orden que seguía la norma de San Benito de Nursia. Pero poco duró la alegría, pues en el transcurso de un año las cartas que llegaron (dos, quizás tres) adquirieron un deje amargo, pues decía que el monasterio estaba maldito, que el abad adoraba al Demonio, y que buscaba la ocasión para denunciarlo, aunque temía por su vida. Y, tras seis meses sin noticias, Pedro temió lo peor y empezó la búsqueda de su hijo por los monasterios benedictinos de tierras gallegas. Casi no lo cuenta, pero está seguro de que puede encontrarlo en Santa María de Melón.
Inquietos por lo oído, pues el abad Antonio les pareció muy amable, los viajeros acuerdan preguntar por Domingo de Santiago tan pronto como amanezca, antes de ponerse en marcha. Isidro decide aprovechar, mientras el resto duerme y se ocupa de las pesquisas, para buscar en la despensa del curandero los ingredientes para sus pociones. Y Roque, que pese a sus apariencias algo de esto sabe, se une a él.



El amanecer sorprende a los dos estudiosos en plena faena, mientras Salma, Melchor y Artús se acercan al monasterio bajo la incipiente lluvia. No son bien recibidos, pues el abad contaba con que estuviesen ya lejos, y los echa del monasterio a cajas destempladas: «¡Qué Domingo ni qué Domingo estáis buscando aquí! Marchad a vuestros quehaceres antes de que llegue don Lope a libraros de vuestros pellejos». Y así vuelven, sin haber descubierto nada, a la casa del curandero; quien no está ocioso, por cierto, pues está proveyendo de bebedizos de ruda a unas mujeres de vida alegre pastoreadas por un hosco individuo conocido como Eladio o Milhomes. Interrogadas acerca de tanta preparación, una joven pelirroja a la que todos llaman Orballo de Roxo le cuenta a Roque que ejerce el oficio más antiguo del mundo, y que no pocas veces lo hace en el monasterio. Pero cuando acude el señor del lugar, don Lope de Agostiño, las cosas se desmadran incluso para mujeres tan de vuelta de todo como ella. «No temades, meniña, que estos trebellos Dios está con nosotros», pontifica Eladio. A Isidro se le ocurre entonces preguntar por Domingo, y Orballo dice conocer al monje, siempre amable y preocupado. Y fallecido en un accidente, a finales del verano…

miércoles, 19 de agosto de 2015

PENDRAGÓN: ERRATAS Y DUDAS

   Cómo estaba prometido, cuelgo aquí las erratas que localicé en la lectura del juego Pendragón, en su edición más reciente en España de la mano de Nosolorol.
    El documento explica someramente mis impresiones e intenciones al principio del mismo, así que sobran las explicaciones por aquí.



     Sólo voy a hacer hincapié en el hecho de que, ya que no era mi intención hacer esta recopilación de erratas y dudas, las páginas 18 a 98 del libro no se revisaron más que por encima, fiándome de mi (escasa) memoria para ir directamente a los puntos en los que me sonaba haber visto algo. Os invito a todos, por supuesto, a revisar y comentar los puntos citados. Y, si encontráis más cosas, sobre todo en las páginas que me dejé a medias, no dudéis en avisar (sobre todo a la editorial), para que puedan ser corregidas y aclaradas.

      Nos leemos...

Ana Navalón, traductora y correctora de Nosolorol, respondió a las dudas vertidas en el documento y me hizo ver uno de mis propios errores. Así, actualicé el documento. Podéis encontrar, en rojo, los comentarios después de las respuestas de Ana.

sábado, 15 de agosto de 2015

AQUELARRE: LOS PROTAGONISTAS



Como ya tocaba, y aprovechando que tengo aquí todos los papeles para preparar la continuación de la partida, voy a presentaros a los personajes que protagonizarán nuestra crónica, para que os hagáis mejor idea de quién es quién cuando empiece la narración (en breve, en breve, lo juro).

ISIDRO EL ALTO: es un hidalgo castellano nacido en 1342. En su descripción podemos leer “Joven alto y lampiño, de brazos fuertes y modales suaves y refinados, atractivo aunque desgarbado”. No llegó a conocer a su padre, y fue criado por doña Orosia, su madre, de profesión ama. Por ello creció rodeado de mujeres nobles, que templaron sus modales pero, tal vez, tuvieron que ver con sus inclinaciones sexuales contra natura.
Es un alquimista ambicioso, que aprendió con mosén Yehudá Ha-Cohen, y viajero, que está visitando a algunos de los más prominentes maestros en alquimia de la península, al mismo tiempo que sigue la pista de volúmenes de conocimiento arcano, algunos de ellos, como el Clavis secretorum alchimiae, o el Secretos de la Galaecia de Harum El Saad, están en la biblioteca del obispo de Tui. Por supuesto, puede traducir del latín pero no habla árabe. Y para eso lleva con él a su esclava…

SALMA AL-ALIM: es una joven escriba granadina que se labró su camino hacia el conocimiento desde la vida humilde desde su nacimiento en 1340 como la hija de Ahmed el Pastor. La describen como “Una mujer enclenque de piel oscura y pelo corto, con ropa humilde y mirada triste”, ya que su vida idílica (casada con Malik El-Rashid, y madre del pequeño Toman) se truncó durante una cabalgada cristiana en el año 1363. Ahmed murió intentando defender a su hija, y ella acabó como esclava de los cristianos, hasta que fue comprada por un hidalgo llamado Isidro que necesitaba un asistente con conocimientos de idiomas y escritura.
Su amo no es el peor del mundo, nunca ha intentado abusar de ella, y le permite acceso a libros que quizás no hubiera leído en otras circunstancias, pero Salma no es feliz. Añora a su familia y reniega de la vida del esclavo, así que busca su oportunidad para volver a ser libre. Y no es la joven complaciente que todos creen, con una capacidad para la sanación que parece un extra a lo que Isidro buscaba: es cleptómana, y cobarde. Y sádica. Y odia a los cristianos…



MELCHOR BEN YEHUDÁ: es un marinero castellano nacido en 1346, de origen burgués y, como resulta evidente por su capa listada, judío. Hijo del alquimista Yehudá Ha-Cohen y su esposa Libia, trabó amistad con Isidro el Alto cuando este último se convirtió en aprendiz del maestro judío. Y durante el año 1361 dejó a sus hermanos menores (Ana, Jonah, Nabila y Yehudá) y a sus padres para embarcarse, pasando los últimos tres años conociendo las costas del Cantábrico y el Atlántico peninsular, desde el Algarve portugués hasta los Pirineos.
Durante el último año, este marino al que describen como “Joven de nariz aguileña, aspecto ágil y brazos enclenques, dotado de un delicado atractivo”, ha servido como contramaestre de la Asubio, nave mercante bajo el mando del capitán Manecho, asumiendo labores de importancia incluso tierra adentro gracias a la fiabilidad que le confiere su honor de guerrero. Es precisamente por ese sentido del honor por lo que no aprovecha, y pocos saben que la posee, su ligereza en los dedos para escamotear aquello que necesite. Es más conocido por su voz prodigiosa, que ameniza las travesías marítimas.

ROQUE SILVESTRE: es un colono castellano, campesino con su propia tierra en Villar del Manzanares, cerca de la antigua villa árabe de Magrit. Nacido alrededor del año 1342, de familia desconocida, fue encontrado en un bosque castellano por Arturo el Cazador, que lo crió como si fuese su hijo hasta que se convirtió en un “Hombretón hosco y barbado, con un atractivo salvaje, parco en palabras aunque rápido de entendederas”. Y es que, aunque todos creen que debe ser un cazador ignorante, ha aprovechado sus viajes para adquirir una vasta cultura y amplios conocimientos, de los que nunca se cansa, complementados por la sabiduría de las tierras salvajes.
Y es que Roque no es cazador, sino brujo. Y, acompañado por una lechuza a la que llama Plumas, se dirige a la villa de Vigo en busca de un trovador al que llaman Martín o Martiño o algo parecido, de cuya sabiduría dice que depende el futuro del pueblo de Villar…



ARTÚS EL MIRLO: aunque quienes conocen a este goliardo de origen portugués lo describen como “Un joven con aspecto de crío delgaducho, vestido de monje, callado y con rostro agradable y mirada inteligente”, la verdad es que es una mujer, nacida como Trega en la villa portuguesa de Bernal, hija del pescador Lois do Bernal y su esposa Trindade, ambos fallecidos.
En su intento de hacerse con un futuro alejada del mar, viajó disfrazada a las universidades castellanas, sobre todo Salamanca, para adquirir conocimientos que le permitiesen adquirir un oficio para no depender de ningún marido. Extremadamente honrada, ha servido de escriba y copista para sabios errantes y buscadores de conocimiento de visita en la biblioteca universitaria. Así conoció a un cazador llamado Roque, que era más de lo que parecía, y al que acaba de encontrar de nuevo en su viaje a la catedral de Santa María de Tui.
Pero Trega oculta otro secreto aun mayor, desconocido por todos: está maldita por Dios, y siente un horrendo malestar cada vez que se acerca a terreno u objetos sagrados. No está muy segura de cómo o cuándo empezó, aunque sospecha para sí que la culpa puede ser suya, por profanar la profesión de goliardo, vedada a las mujeres.

Y este era el grupo el día que se encontraron todos en las cercanías del monasterio de Santa María de Melón, en tierras gallegas, a finales de otoño de 1364.

Creados todos totalmente al azar. Incluso el reparto de puntos en las competencias. Completados a partir de los números y rasgos de personalidad, y repartidos también aleatoriamente entre los jugadores. En sus manos está desarrollarlos...

martes, 11 de agosto de 2015

"LITERATURA" ROLERA: DESDE EL ABISMO



Pensando en la historia que os iba a contar, basada en la campaña dinámica de Aquelarre (ya parece el cuento de la buena pipa, que dice un cliente, porque no paro de mencionarla y nunca empiezo a contarla), recordé que ya hace unos años había hecho algo parecido. Cuando digo hace unos años quiero decir hace como 11 años, o algo así…
En aquel momento acababa de retomar la campaña inicial de D&D 3.0 (Sat´essire, se titulaba, y la empecé para presentar el reglamento en la tienda Belisena, en Vigo, allá por 2001) para estrenar los recién adquiridos manuales de D&D 3.5, con nuevos personajes que se daban de bruces con las consecuencias de algunos acontecimientos de la primera campaña. Y de ahí para adelante…
Teniendo en cuenta que la mitad de los jugadores no tenían mucha idea de Reinos Olvidados, les pasé los datos que conocían sus personajes para facilitar la inmersión. Y, con la misma idea, novelicé las notas que estaba tomando para el seguimiento de la campaña.



No tuve mucho éxito, claro. Creo que nadie leyó ni una línea de lo que les pasé. De hecho, la campaña Desde el Abismo terminó tras el módulo La senda del rey muerto, que ya no transcribí. Quizás el grupo fuese un poco indolente en este tema (algunos siguen conmigo, ya los conozco, y lo de la interpretación de personajes les cae un poco lejos), o tanto papel resultaba un tostonazo y era mejor ir directamente a la acción…
Pero bueno, a lo que iba: encontré hace poco lo que quedaba de esos textos de 2004, y aquí os los presento escaneados, tal cual salieron, con todas sus erratas, sus gazapos, sus defectos estilísticos, etc… Así podéis ver cómo era la historia que se gestó en las salas de la Asociación Xuvenil Cancerbero con Jose, Andrés, Miguel, Antón y Mario (un saludo a todos los del grupo que leáis esto).
Espero que al menos os echéis unas risas con esto.

lunes, 10 de agosto de 2015

COMENTARIOS ACERCA DE EL ALZAMIENTO DE LA ESPINA DEL CIELO



Aunque lo parezca, esto no es una reseña. Comentaba el otro día (ya hace días, de hecho) con Christian Kell que me quedaban ganas de comentar mis impresiones acerca de este libro, o hacer una reseña literaria al uso. Pero no me parece ni ético ni elegante hacerlo, ya que el libro lo escribió mi hermano, y me toca de cerca. Y me pone muy difícil ser objetivo, ya que leo entre sus páginas los casi veinticinco años de historia que tiene detrás.
Pero sí voy a dar mi impresión personal acerca de las reseñas y opiniones, tanto públicas como privadas, que han llegado hasta mí. Y aprovecharé para hablar un poco de los puntos más mencionados, para bien o para mal, por los que han leído El alzamiento de la Espina del Cielo. O lo han intentado…


Porque el primer punto, uno de los más comentados, es la complicación de la novela. O, más bien, lo complicado del estilo escogido (ya ha comentado Jose sus intenciones con respecto al epíteto homérico y esas cosas); hasta el punto de que, al menos entre los que conozco o han expresado su opinión, la mitad de los que iniciaron la lectura no la completaron. Algunas personas me han dicho que no entendían la novela sin un diccionario, otras que necesitaban plena atención para continuar la lectura…
Desde mi punto de vista, sólo diré dos cosas: la primera es que a mí sólo me parecen realmente complejos los inicios de los capítulos, cosa que el autor confiesa que hizo aposta (remedando, quizás, a Umberto Eco y el principio de El péndulo de Foucault), y la lectura se me hacía más ligera y cómoda conforme avanzaba en la historia, imagino que por habituación al estilo. Y la segunda es que la pesadez del libro se diluye con su relectura.
Esto merece párrafo aparte: soy un firme defensor de la relectura de los libros. Al menos, de los que tienen algo que contar. Pero todos ganan en su relectura. Todos. Si bien la primera lectura tiene el encanto de la incertidumbre y el aliciente de explorar territorio desconocido, es en las siguientes lecturas, conocidos ya la trama y los personajes, cuando se descubren las ingentes cantidades de información que se esconden en páginas aparentemente superficiales. Uno de los mejores ejemplos que se me ocurren es el capítulo El concilio de Elrond, de La Comunidad del Anillo: uno de los más cargantes cuando leí el libro por primera vez, y uno de los que me resultan más atractivos ahora mismo por la cantidad de información que atesora, presentada de una forma tan sencilla para la importancia que tiene en la comprensión general de la obra.
Algo parecido, me da la impresión, sucede con La Espina del Cielo: siempre hay algo más entre sus páginas, alguna mención clave en sus líneas, algún retazo de información que puede acabar siendo importante en una conversación inocua. Si te gustan estos temas, claro. Un mundo complejo de fantasía, una historia rica y trabajada hasta sus más ínfimos detalles, un nivel de profundidad en el trasfondo enriquecedor a la par que innecesario para la historia que se cuenta. Lo que puede ser la raíz del problema, pues sólo uno, quizá dos, de los que me han comentado la pesadez del libro pueden calificarse como lectores de fantasía (un tanto atípicos, por otro lado), por lo que me temo que el libro no ha llegado a su público objetivo. O tal vez sí, pero éste aún no se ha lanzado al ruedo de las reseñas.



Además, ya de paso, un comentario acerca del idioma empleado: el libro está en español. Digo esto porque al menos dos personas, de los lectores más clásicos, se han mostrado sorprendidas por la elección de terminología como troles o elfinas. A mí me sorprendió también la extrema corrección con la que el autor (ya sé que es mi hermano, pero me sorprendió) se condujo en el tema de la nomenclatura, evitando en lo posible los anglicismos que son tan habituales y en los que incluso yo, casi con total seguridad, hubiera caído por no comprobar opciones aprobadas por la RAE. ¿Son los términos empleados chocantes para los que no acostumbramos a usarlos? Por supuesto que lo son, es natural. ¿Son términos tan extraños? Parece que no. Incluso en la Muy Historia 66, dedicada a los Vikingos (lectura muy recomendable, por cierto), se utilizan esos mismos términos.
En fin, es cuestión de costumbre.





De aquí salto a otro de los puntos comentados: la fantasía clásica. Porque es otro de los temas comentados acerca de este libro, y quizás uno de los caballos de batalla en la fantasía actual: ¿está demasiado trillada la “fantasía de enanos y elfos”? ¿Puede hacerse una buena historia con esos mimbres? Bueno, no sé. No es mi intención debatir esto aquí, ni pisar las opiniones de los gurús del fantástico en español. Pero sí voy a soltaros otra de mis máximas: el que un libro sea bueno o malo depende de sí mismo, y no de las etiquetas que se le puedan aplicar. Y sí, El alzamiento de la Espina del Cielo es fantasía clásica, con elfos, enanos, orcos. Imagino que, pese a los comentarios recibidos de “¿Eso no está muy visto?”, no es impedimento para que se acerquen a esta obra la gran mayoría de los que me están leyendo (vale, ya sé que hay mucho rolero entre mis contactos. Y todos habéis jugado a D&D ;-) ). Pero aprovecho para avisar de que es lo mismo sin serlo, como los dragones en El nombre del viento… Y no digo más para no desvelar nada de ninguno de ambos libros.
Y esto me lleva al último punto: la propia historia. No tenéis por qué creerme (y probablemente no lo hagáis), pero la forma definitiva de la historia me sorprendió muy gratamente, por su tratamiento de los más pequeños detalles, por la profundidad de algunos de los personajes y de toda la trama subyacente, y por la manera en que parece crecer de manera imprevisible, partiendo de un inicio casi arquetípico. Y me entristece que nadie haya comentado nada de esto, porque los lectores se han quedado en la superficie, comentando los temas anteriores. Quizás haga falta, como dije antes, leer más de una vez el libro para arañar la superficie y descubrir el tesoro. O quizás mi juicio esté nublado por mi cercanía a la obra. Pero, ¿de verdad nadie ha sonreído con la obra de teatro que narra, de manera bastante inocua, la caída del emperador Saklâmes, para constatar después la diferencia con la cruel realidad del momento presente de los asistentes al acto? ¿Nadie ha sentido la nostalgia y la profunda desesperación de la pérdida de sir Zâraman Shâten cuando su esposa, la etérea representación de la perfección élfica, parte con sus huestes a reconquistar su legendaria tierra? ¿Nadie ha sentido el miedo en el corazón de Têrvy, la monja ciega que acaba resultando la más valiente, o inconsciente, de todos los personajes cuyas vidas se cruzan en este libro? ¿Nadie ha vuelto a rememorar la libertad de su adolescencia en las acciones de Hijo de Rey, quien debe aceptar su responsabilidad muy a su pesar? ¿Nadie ha vibrado con el camino de madurez que supone el capítulo La primera aventura, deliciosamente “pendragonil” (las influencias del autor se notan), cuyo final sorprende más por las trágicas (nunca mejor dicho) actitudes de los implicados que por la previsible revelación? ¿Nadie ha descubierto el grandísimo personaje femenino, de los mejores que he leído (aunque tampoco soy un experto), que es Coriánn, magnificada su presencia por la ausencia en que permanece durante casi toda la obra (es imposible que me explique mejor sin desvelar el argumento, lo siento)?


En fin, que me enrollo, porque cogí el libro para comentar una cosa y no paro de ver puntos interesantes… Me pasa lo mismo que con El Señor de los Anillos, salvando las diferencias, que Jose me pega si lo equiparo al gran Tolkien.
Me da la impresión de que me olvido de algo, pero escribo esto a vuelapluma, así que… Sólo os puedo decir que, si habéis aguantado todo el ladrillo que acabo de soltar, sin duda estáis preparados para leer El alzamiento de la Espina del Cielo y dar vuestra propia opinión.
Nos leemos en las redes…

AQUELARRE Y LA CAMPAÑA DINÁMICA



Uno de los motivos para iniciar la aventura bloguera fue dejar constancia escrita de los resultados de la actual campaña de Aquelarre.
Es cierto que no hacía falta exponer públicamente los entresijos de la partida para llevar el registro, pero… Ya que estaba pensando en el blog, y después de los comentarios cruzados acerca de “novela rolera” (agradecimientos a Verion Álendar por su esclarecedora entrada), me pareció interesante el experimento de la narración (más o menos) novelada de la campaña dinámica.
Pero empecemos por el principio: ¿qué es una campaña dinámica? La verdad es que me parece que me lo he inventado yo para designar una serie de experimentos para dinamizar la campaña. Experimentos que, en realidad, no son totalmente originales (creo que alguno se comentó en otra entrada, reciente, de Espada Negra), pero espero que sirvan para darle un toque diferente a la historia.
De momento, lo primero que estoy ensayando es el cambio de personaje en cada sesión: sorteamos las hojas de personaje cada día, con lo que nadie tiene la seguridad de jugar dos veces seguidas con el mismo personaje. Pero, como todos los personajes son conocidos para todos los jugadores, no es difícil que la interpretación sea consistente… Aunque depende de cada jugador, pero eso ya lo iremos viendo.



El otro elemento que hemos empezado a probar, derivado directamente del anterior, es que se ha perdido la necesidad de mantener el foco en un único grupo de personajes. Esto es lo que caracteriza de verdad la campaña dinámica: partiendo de la primera historia, se va creando un fondo de personajes que van y vienen, cruzándose y separándose según las votaciones del grupo y su propio carácter, para ir contando diferentes acontecimientos en distintas localizaciones. Además, de momento, los personajes se generan total y absolutamente al azar (y quiero decir TOTAL Y ABSOLUTAMENTE), lo que evita nuestras filias y personajes arquetípicos.
En fin, habrá más cosas que se vayan ensayando; y no todo es positivo, como seguro que estaréis pensando al leer la entrada. Pero habrá tiempo de hablar de esto…
En una próxima entrada os presentaré al grupo de personajes iniciales. Y en poco tiempo estaréis compartiendo su visita al monasterio de santa María de Melón.

ACERCA DEL NOMBRE



Supongo que si estáis por aquí, ya habréis visto el nombre del blog: la diletancia. Y os estaréis preguntando, obviamente, ¿no debería ser el diletantismo?
Cierto, según la RAE y en lengua española correcta, deberíamos hablar de diletantismo. Pero, cuando empezamos a jugar a La llamada de Cthulhu no lo sabíamos. Y nuestros personajes, con una gran cantidad de diletantes (siempre nos llamó la atención esa profesión), que era muy adecuada para perseguir criaturas por el mundo adelante, tenían por costumbre decir que se dedicaban a la diletancia.


Así que, ya veis, se trata de una broma privada. Mis primeros investigadores la entenderán ;-) .
Y espero, con el tiempo, poder compartir más expresiones propias de mi vida rolera con vosotros, que las partidas de La llamada dan para muchas. ¿Sabéis qué es tener azúcar?