Aunque lo
parezca, esto no es una reseña. Comentaba el otro día (ya hace días, de hecho)
con Christian Kell que me quedaban ganas de comentar mis impresiones acerca de
este libro, o hacer una reseña literaria al uso. Pero no me parece ni ético ni
elegante hacerlo, ya que el libro lo escribió mi hermano, y me toca de cerca. Y
me pone muy difícil ser objetivo, ya que leo entre sus páginas los casi
veinticinco años de historia que tiene detrás.
Pero sí voy a
dar mi impresión personal acerca de las reseñas y opiniones, tanto públicas
como privadas, que han llegado hasta mí. Y aprovecharé para hablar un poco de
los puntos más mencionados, para bien o para mal, por los que han leído El alzamiento de la Espina del Cielo. O
lo han intentado…
Porque el primer
punto, uno de los más comentados, es la complicación de la novela. O, más bien,
lo complicado del estilo escogido (ya ha comentado Jose
sus intenciones con respecto al epíteto homérico y esas cosas); hasta el punto
de que, al menos entre los que conozco o han expresado su opinión, la mitad de
los que iniciaron la lectura no la completaron. Algunas personas me han dicho
que no entendían la novela sin un diccionario, otras que necesitaban plena
atención para continuar la lectura…
Desde mi punto
de vista, sólo diré dos cosas: la primera es que a mí sólo me parecen realmente
complejos los inicios de los capítulos, cosa que el autor confiesa que hizo
aposta (remedando, quizás, a Umberto Eco y el principio de El péndulo de Foucault), y la lectura se me hacía más ligera y
cómoda conforme avanzaba en la historia, imagino que por habituación al estilo.
Y la segunda es que la pesadez del libro se diluye con su relectura.
Esto merece
párrafo aparte: soy un firme defensor de la relectura de los libros. Al menos,
de los que tienen algo que contar. Pero todos ganan en su relectura. Todos. Si
bien la primera lectura tiene el encanto de la incertidumbre y el aliciente de
explorar territorio desconocido, es en las siguientes lecturas, conocidos ya la
trama y los personajes, cuando se descubren las ingentes cantidades de
información que se esconden en páginas aparentemente superficiales. Uno de los
mejores ejemplos que se me ocurren es el capítulo El concilio de Elrond, de La
Comunidad del Anillo: uno de los más cargantes cuando leí el libro por
primera vez, y uno de los que me resultan más atractivos ahora mismo por la
cantidad de información que atesora, presentada de una forma tan sencilla para
la importancia que tiene en la comprensión general de la obra.
Algo parecido,
me da la impresión, sucede con La Espina
del Cielo: siempre hay algo más entre sus páginas, alguna mención clave en
sus líneas, algún retazo de información que puede acabar siendo importante en
una conversación inocua. Si te gustan estos temas, claro. Un mundo complejo de
fantasía, una historia rica y trabajada hasta sus más ínfimos detalles, un
nivel de profundidad en el trasfondo enriquecedor a la par que innecesario para
la historia que se cuenta. Lo que puede ser la raíz del problema, pues sólo
uno, quizá dos, de los que me han comentado la pesadez del libro pueden
calificarse como lectores de fantasía
(un tanto atípicos, por otro lado), por lo que me temo que el libro no ha
llegado a su público objetivo. O tal vez sí, pero éste aún no se ha lanzado al
ruedo de las reseñas.
Además, ya de
paso, un comentario acerca del idioma empleado: el libro está en español. Digo
esto porque al menos dos personas, de los lectores más clásicos, se han
mostrado sorprendidas por la elección de terminología como troles o elfinas. A
mí me sorprendió también la extrema corrección con la que el autor (ya sé que
es mi hermano, pero me sorprendió) se condujo en el tema de la nomenclatura,
evitando en lo posible los anglicismos que son tan habituales y en los que
incluso yo, casi con total seguridad, hubiera caído por no comprobar opciones
aprobadas por la RAE. ¿Son los términos empleados chocantes para los que no
acostumbramos a usarlos? Por supuesto que lo son, es natural. ¿Son términos tan
extraños? Parece que no. Incluso en la Muy Historia 66, dedicada a los Vikingos
(lectura muy recomendable, por cierto), se utilizan esos mismos términos.
De aquí salto
a otro de los puntos comentados: la fantasía clásica. Porque es otro de los
temas comentados acerca de este libro, y quizás uno de los caballos de batalla
en la fantasía actual: ¿está demasiado trillada la “fantasía de enanos y
elfos”? ¿Puede hacerse una buena historia con esos mimbres? Bueno, no sé. No es
mi intención debatir esto aquí, ni pisar las opiniones de los gurús del
fantástico en español. Pero sí voy a soltaros otra de mis máximas: el que un
libro sea bueno o malo depende de sí mismo, y no de las etiquetas que se le
puedan aplicar. Y sí, El alzamiento de la
Espina del Cielo es fantasía clásica, con elfos, enanos, orcos. Imagino
que, pese a los comentarios recibidos de “¿Eso no está muy visto?”, no es
impedimento para que se acerquen a esta obra la gran mayoría de los que me
están leyendo (vale, ya sé que hay mucho rolero entre mis contactos. Y todos
habéis jugado a D&D ;-) ). Pero aprovecho para avisar de que es lo mismo
sin serlo, como los dragones en El nombre
del viento… Y no digo más para no desvelar nada de ninguno de ambos libros.
Y esto me
lleva al último punto: la propia historia. No tenéis por qué creerme (y
probablemente no lo hagáis), pero la forma definitiva de la historia me
sorprendió muy gratamente, por su tratamiento de los más pequeños detalles, por
la profundidad de algunos de los personajes y de toda la trama subyacente, y
por la manera en que parece crecer de manera imprevisible, partiendo de un
inicio casi arquetípico. Y me entristece que nadie haya comentado nada de esto,
porque los lectores se han quedado en la superficie, comentando los temas
anteriores. Quizás haga falta, como dije antes, leer más de una vez el libro
para arañar la superficie y descubrir el tesoro. O quizás mi juicio esté
nublado por mi cercanía a la obra. Pero, ¿de verdad nadie ha sonreído con la
obra de teatro que narra, de manera bastante inocua, la caída del emperador
Saklâmes, para constatar después la diferencia con la cruel realidad del
momento presente de los asistentes al acto? ¿Nadie ha sentido la nostalgia y la
profunda desesperación de la pérdida de sir Zâraman Shâten cuando su esposa, la
etérea representación de la perfección élfica, parte con sus huestes a
reconquistar su legendaria tierra? ¿Nadie ha sentido el miedo en el corazón de
Têrvy, la monja ciega que acaba resultando la más valiente, o inconsciente, de
todos los personajes cuyas vidas se cruzan en este libro? ¿Nadie ha vuelto a
rememorar la libertad de su adolescencia en las acciones de Hijo de Rey, quien
debe aceptar su responsabilidad muy a su pesar? ¿Nadie ha vibrado con el camino
de madurez que supone el capítulo La
primera aventura, deliciosamente “pendragonil” (las influencias del autor
se notan), cuyo final sorprende más por las trágicas (nunca mejor dicho)
actitudes de los implicados que por la previsible revelación? ¿Nadie ha
descubierto el grandísimo personaje femenino, de los mejores que he leído
(aunque tampoco soy un experto), que es Coriánn, magnificada su presencia por
la ausencia en que permanece durante casi toda la obra (es imposible que me
explique mejor sin desvelar el argumento, lo siento)?
En fin, que me
enrollo, porque cogí el libro para comentar una cosa y no paro de ver puntos
interesantes… Me pasa lo mismo que con El
Señor de los Anillos, salvando las diferencias, que Jose me pega si lo
equiparo al gran Tolkien.
Me da la
impresión de que me olvido de algo, pero escribo esto a vuelapluma, así que…
Sólo os puedo decir que, si habéis aguantado todo el ladrillo que acabo de
soltar, sin duda estáis preparados para leer El alzamiento de la Espina del Cielo y dar vuestra propia opinión.
Nos leemos en
las redes…
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