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lunes, 10 de agosto de 2015

COMENTARIOS ACERCA DE EL ALZAMIENTO DE LA ESPINA DEL CIELO



Aunque lo parezca, esto no es una reseña. Comentaba el otro día (ya hace días, de hecho) con Christian Kell que me quedaban ganas de comentar mis impresiones acerca de este libro, o hacer una reseña literaria al uso. Pero no me parece ni ético ni elegante hacerlo, ya que el libro lo escribió mi hermano, y me toca de cerca. Y me pone muy difícil ser objetivo, ya que leo entre sus páginas los casi veinticinco años de historia que tiene detrás.
Pero sí voy a dar mi impresión personal acerca de las reseñas y opiniones, tanto públicas como privadas, que han llegado hasta mí. Y aprovecharé para hablar un poco de los puntos más mencionados, para bien o para mal, por los que han leído El alzamiento de la Espina del Cielo. O lo han intentado…


Porque el primer punto, uno de los más comentados, es la complicación de la novela. O, más bien, lo complicado del estilo escogido (ya ha comentado Jose sus intenciones con respecto al epíteto homérico y esas cosas); hasta el punto de que, al menos entre los que conozco o han expresado su opinión, la mitad de los que iniciaron la lectura no la completaron. Algunas personas me han dicho que no entendían la novela sin un diccionario, otras que necesitaban plena atención para continuar la lectura…
Desde mi punto de vista, sólo diré dos cosas: la primera es que a mí sólo me parecen realmente complejos los inicios de los capítulos, cosa que el autor confiesa que hizo aposta (remedando, quizás, a Umberto Eco y el principio de El péndulo de Foucault), y la lectura se me hacía más ligera y cómoda conforme avanzaba en la historia, imagino que por habituación al estilo. Y la segunda es que la pesadez del libro se diluye con su relectura.
Esto merece párrafo aparte: soy un firme defensor de la relectura de los libros. Al menos, de los que tienen algo que contar. Pero todos ganan en su relectura. Todos. Si bien la primera lectura tiene el encanto de la incertidumbre y el aliciente de explorar territorio desconocido, es en las siguientes lecturas, conocidos ya la trama y los personajes, cuando se descubren las ingentes cantidades de información que se esconden en páginas aparentemente superficiales. Uno de los mejores ejemplos que se me ocurren es el capítulo El concilio de Elrond, de La Comunidad del Anillo: uno de los más cargantes cuando leí el libro por primera vez, y uno de los que me resultan más atractivos ahora mismo por la cantidad de información que atesora, presentada de una forma tan sencilla para la importancia que tiene en la comprensión general de la obra.
Algo parecido, me da la impresión, sucede con La Espina del Cielo: siempre hay algo más entre sus páginas, alguna mención clave en sus líneas, algún retazo de información que puede acabar siendo importante en una conversación inocua. Si te gustan estos temas, claro. Un mundo complejo de fantasía, una historia rica y trabajada hasta sus más ínfimos detalles, un nivel de profundidad en el trasfondo enriquecedor a la par que innecesario para la historia que se cuenta. Lo que puede ser la raíz del problema, pues sólo uno, quizá dos, de los que me han comentado la pesadez del libro pueden calificarse como lectores de fantasía (un tanto atípicos, por otro lado), por lo que me temo que el libro no ha llegado a su público objetivo. O tal vez sí, pero éste aún no se ha lanzado al ruedo de las reseñas.



Además, ya de paso, un comentario acerca del idioma empleado: el libro está en español. Digo esto porque al menos dos personas, de los lectores más clásicos, se han mostrado sorprendidas por la elección de terminología como troles o elfinas. A mí me sorprendió también la extrema corrección con la que el autor (ya sé que es mi hermano, pero me sorprendió) se condujo en el tema de la nomenclatura, evitando en lo posible los anglicismos que son tan habituales y en los que incluso yo, casi con total seguridad, hubiera caído por no comprobar opciones aprobadas por la RAE. ¿Son los términos empleados chocantes para los que no acostumbramos a usarlos? Por supuesto que lo son, es natural. ¿Son términos tan extraños? Parece que no. Incluso en la Muy Historia 66, dedicada a los Vikingos (lectura muy recomendable, por cierto), se utilizan esos mismos términos.
En fin, es cuestión de costumbre.





De aquí salto a otro de los puntos comentados: la fantasía clásica. Porque es otro de los temas comentados acerca de este libro, y quizás uno de los caballos de batalla en la fantasía actual: ¿está demasiado trillada la “fantasía de enanos y elfos”? ¿Puede hacerse una buena historia con esos mimbres? Bueno, no sé. No es mi intención debatir esto aquí, ni pisar las opiniones de los gurús del fantástico en español. Pero sí voy a soltaros otra de mis máximas: el que un libro sea bueno o malo depende de sí mismo, y no de las etiquetas que se le puedan aplicar. Y sí, El alzamiento de la Espina del Cielo es fantasía clásica, con elfos, enanos, orcos. Imagino que, pese a los comentarios recibidos de “¿Eso no está muy visto?”, no es impedimento para que se acerquen a esta obra la gran mayoría de los que me están leyendo (vale, ya sé que hay mucho rolero entre mis contactos. Y todos habéis jugado a D&D ;-) ). Pero aprovecho para avisar de que es lo mismo sin serlo, como los dragones en El nombre del viento… Y no digo más para no desvelar nada de ninguno de ambos libros.
Y esto me lleva al último punto: la propia historia. No tenéis por qué creerme (y probablemente no lo hagáis), pero la forma definitiva de la historia me sorprendió muy gratamente, por su tratamiento de los más pequeños detalles, por la profundidad de algunos de los personajes y de toda la trama subyacente, y por la manera en que parece crecer de manera imprevisible, partiendo de un inicio casi arquetípico. Y me entristece que nadie haya comentado nada de esto, porque los lectores se han quedado en la superficie, comentando los temas anteriores. Quizás haga falta, como dije antes, leer más de una vez el libro para arañar la superficie y descubrir el tesoro. O quizás mi juicio esté nublado por mi cercanía a la obra. Pero, ¿de verdad nadie ha sonreído con la obra de teatro que narra, de manera bastante inocua, la caída del emperador Saklâmes, para constatar después la diferencia con la cruel realidad del momento presente de los asistentes al acto? ¿Nadie ha sentido la nostalgia y la profunda desesperación de la pérdida de sir Zâraman Shâten cuando su esposa, la etérea representación de la perfección élfica, parte con sus huestes a reconquistar su legendaria tierra? ¿Nadie ha sentido el miedo en el corazón de Têrvy, la monja ciega que acaba resultando la más valiente, o inconsciente, de todos los personajes cuyas vidas se cruzan en este libro? ¿Nadie ha vuelto a rememorar la libertad de su adolescencia en las acciones de Hijo de Rey, quien debe aceptar su responsabilidad muy a su pesar? ¿Nadie ha vibrado con el camino de madurez que supone el capítulo La primera aventura, deliciosamente “pendragonil” (las influencias del autor se notan), cuyo final sorprende más por las trágicas (nunca mejor dicho) actitudes de los implicados que por la previsible revelación? ¿Nadie ha descubierto el grandísimo personaje femenino, de los mejores que he leído (aunque tampoco soy un experto), que es Coriánn, magnificada su presencia por la ausencia en que permanece durante casi toda la obra (es imposible que me explique mejor sin desvelar el argumento, lo siento)?


En fin, que me enrollo, porque cogí el libro para comentar una cosa y no paro de ver puntos interesantes… Me pasa lo mismo que con El Señor de los Anillos, salvando las diferencias, que Jose me pega si lo equiparo al gran Tolkien.
Me da la impresión de que me olvido de algo, pero escribo esto a vuelapluma, así que… Sólo os puedo decir que, si habéis aguantado todo el ladrillo que acabo de soltar, sin duda estáis preparados para leer El alzamiento de la Espina del Cielo y dar vuestra propia opinión.
Nos leemos en las redes…

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